A veces cierro los ojos e imagino que mis pulmones están llenos de luz. Imagino un bosque en una noche de luna nueva: el viento silbando a través de mis bronquios, enredándose en los hilos que conectan los árboles y las plantas entre sí. Me cuesta respirar. Trato de mirar dentro de mí, de entrar dentro de mí para refugiarme entre mis costillas, acurrucarme en los alvéolos, ser una ardilla o un neumocito en su madriguera. Respiro. Me llevo las manos al pecho y cruzo los pulgares formando una mariposa. Dos alas brillantes con las que iluminar la noche. Una luciérnaga.

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